En esta obra, Kastro captura la serenidad del amanecer y la calidez reconfortante del café en un lienzo de emociones. Cada trazo es como un suspiro que se eleva con los primeros rayos del sol, llenando el aire con la promesa de un nuevo día. La obra invita al espectador a contemplar la belleza efímera del amanecer, donde los sueños se entrelazan con la realidad en una danza etérea de esperanza y renovación.