En esta pieza, Kastro nos transporta a un mundo de ensueño donde las sombras cobran vida propia. Las figuras humanas se desvanecen en un torbellino de colores y texturas, creando una atmósfera etérea y evocadora. Los tonos sobrios y los toques de minimalismo añaden un sentido de elegancia y simplicidad a la composición, mientras que los detalles intrincados invitan a una exploración más profunda de los rincones más oscuros de la mente humana.