En este lienzo, Kastro nos invita a explorar la dualidad entre el ser humano y la naturaleza, donde las sombras y luces se entrelazan en un baile eterno de vida y muerte. Las figuras se desvanecen en un trasfondo de colores y texturas, creando una atmósfera de conexión y armonía. Los tonos sobrios y las formas neocubistas añaden una sensación de orden y estructura a la obra, mientras que los detalles meticulosamente elaborados invitan a una reflexión sobre nuestra relación con el mundo natural y nuestra responsabilidad de protegerlo.