En esta obra, Kastro nos sumerge en un mundo de contrastes y contradicciones, donde las sombras son tanto refugio como prisión. Las figuras se contorsionan en un baile de luces y sombras, creando una composición cargada de emoción y misterio. Los tonos sobrios y las texturas desgastadas añaden una sensación de drama y tensión a la obra, mientras que los detalles cuidadosamente elaborados invitan a una reflexión sobre la naturaleza de la dualidad humana y nuestra lucha constante entre el bien y el mal.